I
Son tus ojos este momento. Es la saudade.

Refléjame en tus pupilas la inmortalidad del ahora, tiempo y espacio en que el deseo es tangible; la realidad contenida en el instante va cercando lentamente su contrario, una línea invisible ya me une a tu mirada. Imagino, o intuyo, que lo ideal no asesinará ni  lo efímero ni su verdad, mientras mis ojos no abandonen tu mirada.

II
Cuando los pensamientos deciden despertar sobre tu cuerpo, cuando amaneces escurriendo las palabras de la noche anterior. Respírame, dices. Eres tú, eres sin mí pretendiendo ser conmigo, son tus manos que me obligan a decirte seamos. Entonces emergemos dentro de esa sensación que los sentidos no perciben, nos elevamos el uno dentro del otro mientras el tiempo deja de ser tiempo y ya no existe principio ni fin.

III
Despiértame al abrir los ojos. Abre mis párpados como si fueran tuyos. Tal vez así el tiempo me sea devuelto. Sumérgeme en el segundo, en la hora; regresa sin mí a la memoria de aquel pasado.

Seremos dos puntos en algún infinito. Yo te recordaré a veces. El eco del recuerdo nunca se va, siempre regresa; me traiciona porque soy débil, porque jamás aprendí a olvidar. Y tú, tú harás de mí letras y palabras, seré la historia que contarás al silencio. Dos puntos que nunca volverán a coincidir, una línea fragmentada que jamás volverá a ser línea

IV
Existe la palabra adiós, pero no sé pronunciarla, porque sé lo que significa. Prefiero callar, sé que la ausencia será más explícita que las palabras que me sobran. 

Enterraré tus ojos, y su mirar. Palpitarán bajo una tierra infértil, que no es tierra de nadie, es mía. Serás un nombre más, eternamente una canción, al final sólo recuerdos. El tiempo nos poseerá a su voluntad y yo dejaré de escribirte, el sonido se irá apagando, la luz se hará sombra. El adiós será real.

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