Sobre el cielo las nubes galopando, el sueño almidonado de no volver a despertar durante el invierno me deshace los huesos; entonces te escucho decir que la noche se bebe en dos o tres tragos, sin alcohol y sin dormir, hablándome con palabras como venas saturadas de sangre nevada, mientras agitas tus ojos entre los míos.

Mañana te haré flotar. La noche se agotará en la selva pétrea de tus raíces y las puertas cerradas sin llave concebirán un camino de interrogaciones, donde las luces de los autos tendrán nombre y cualquier rostro resultará ilegible al abrir la boca. Por ahora sólo hay tierra bajo nosotros; mi mano sobre tu cuerpo concibe tu estructura imperceptible, como el principio de las sombras rasgando lo impreciso. 


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