Y me descubro tratando de escribir sobre ti, intentando volcar el torrente del desorden poliforme que habita en mis entrañas hacia tu ser tan poco culpable. Las palabras se hallan atascadas pretendiendo encontrarse en tus ojos o en la visceral salutación entre nosotros, pero el espacio inagotable de la hoja en blanco no te pertenece, a pesar de esa urgencia mía por materializarte y abandonar las ideas que se agazapan en pretiles de puentes que se dicen anónimos.

No puedo aprehenderte sino en palabras, en incontables madrugadas dilatadas y naufragios que se acumulan por las mañanas. Ojalá conociera el destino de tus canciones secretas, el murmullo de esa boca cuando al fin dice lo que ha callado, levemente, al fondo de la ciudad; ojalá sólo me bastaras para unas líneas incólumes.

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