Sobre el furor divino
" [...] En efecto, al recobrar por la forma de la belleza que los ojos ofrecen
un cierto recuerdo de la belleza verdadera e inteligible, la deseamos con un
inefable y oculto ardor de la mente. A este ardor, en fin, Platón acostumbra
llamarlo amor divino, definiendo la elevación a partir del aspecto de la
semejanza corpórea como deseo de volver a contemplar de nuevo la belleza divina.
Después de esto es inevitable que el que así es impresionado, no sólo
ansíe aquella belleza superior, sino que también sienta deleite por el aspecto
de aquélla que se le ofrece claramente a los ojos. De esta forma, pues, ha sido
regulado por la naturaleza, de manera que quien apetece algo, también sea
deleitado por la belleza de aquello. Pero piensa Platón que es propio de un
ingenio más rudo y de la corrupción de la naturaleza el hecho de que alguno
llegue a desear solamente las sombras de aquella verdadera naturaleza, y no
admire nada más fuera de aquella apariencia que se ofrece a los ojos. Sostiene
que éste es movido por ese amor del que son compañeros la impetuosidad y el
desenfreno, y lo define como deseo irracional y desmesurado del placer que se
percibe por los sentidos y tiene como objeto la forma del cuerpo. También
define este amor de otra manera: como el ardor de un espíritu que vive en su
propio cuerpo como en un cadáver ajeno. Por ello dice que el espíritu del
amante vive en cuerpo ajeno."
De Divino Furore, Marsilio Ficino, 1457
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