Se desprendía de la tierra aflorando entre tu cuerpo. Un bálsamo de
sangre se hacía tangible a través de su piel de espuma. Se escondía detrás de
los árboles, cerraba tus ojos con sus manos. El amanecer danzaba sobre sus párpados desvaneciéndose en sus ojos de
ginebra. Solía sumergirse en el agua o en las flores como una sombra. El grito
de las aves era la sangre de sus alucinaciones. Su cuerpo emergía en el crepúsculo como un sopor nebuloso que segregaba el
tiempo y el espacio de la realidad que trazaba en tus sentidos.
ahí donde descubrí al hombre y a la mujer encerrados en la realidad circundados de objetos, de planicies límítrofes de deseo qué era la realidad entonces sino tú y yo y un cúmulo de verdades y mentiras mezcladas o el juego del sí y el no la química de la sangre la noche la noche la noche el mirarnos frente al espejo después de hablar del nosotros que no existe el lóbulo derecho la mano izquierda espalda cuello vientre mirando al cielo o al suelo y el olor y el sonido de tu cuerpo qué es la realidad ahora sino la memoria la reminiscencia del deseo y pensar en el quizás volver a ver tus ojos en la oscuridad
Sólo se le puede mirar cuando nace o cuando se va, y no fácilmente. Su magnetismo poderoso invita en cierto modo a callar y a observarse al mismo tiempo a uno por dentro. Por eso quizás el grito de las aves es la sangre de las alucinaciones (me gusta).
ResponderEliminarEl amanecer danzaba sobre sus párpados desvaneciéndose en sus ojos de ginebra
ResponderEliminary a mi que estos versos me hace pensar en una persona alcoholica, esto y las alucinaciones.
Tienes metáforas e imagens buenisimas
besos