Químicos

Sigo sin entender esta inercia indescriptible a volver a caer después de las heridas, o mejor dicho, a levantarse y correr, a no detenerse sabiendo que el firmamento es desconocido, y uno cada vez más vulnerable. Ya no comprendo esa emoción febril al descubrirse nuevamente en otros ojos, la voluntad de entregar nuestro tiempo, ni esa curiosidad al explorar la realidad del otro, ese sendero largo, que uno se dispone a recorrer sin saber hasta donde llegará.

Quizás es un dejo de esperanza, la consciencia de que existe cierta probabilidad, la ilusión de que tal vez, ahora, el resultado será distinto: una excepción.

Sin mucho entendimiento uno decide navegar una vez más, "hoy al revés, me muevo en círculos... muy poco lógicos...", se arroja a un vacío sin pasado ni futuro, un instante constante de esa emoción ya conocida, de incertidumbre, adrenalina, "son sólo químicos, se mueven rápido y me hacen perder la calma"...

Después de tantos años, uno vuelve a ese estado, probablemente ya olvidado. Y no encuentra las palabras para describirlo, ¿Cómo describir lo inmaterial? Tal vez lo que quiero decir es que uno se cuestiona, se asombra de sí mismo al encontrarse así, embargado de sueños, condenado a ese no saber actuar, pero de alguna forma, sin temor a caer. Y ese asombro no tiene su origen sólo en el interior, a la distancia uno observa detenidamente y lo comprende: la magia también radica en esa fuente externa, aquella luz antes desapercibida, ese ser que nos convence de querer hacer las cosas bien, como una nueva oportunidad esbozada entre fragmentos de memorias.

El tiempo sucede y se acumula, es inevitable, sus heridas opacan aquello que se percibe en latidos. En la soledad hallamos nuestras cicatrices, caminamos, volvemos a abrir nuestra piel. Creamos muros. Enterramos la emoción. ¿Qué es un acto revolucionario sino el liberarse y ejercer nuestros afectos sin la opresión del miedo?

Y cuando al fin se cruza ese abismo, aquella luz deja de ser inadvertida, entonces uno decide continuar el viaje de la mano de quienes ya derribaron sus muros, sin temor a ser vulnerables, o a caer, porque al final, uno siempre aprende a volverse a levantar.

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